Un hilo perdido
En qué fiesta se ha decidido ésta matanza,
en qué despacho se han firmado las ejecuciones,
qué honores trae el crepitar de los fuegos de campaña,
qué esperanza cave en el pecho después del exterminio.
Donde están aquellos patriotas aventureros,
los que tocaban las trompetas de gloria
y uncían el pecho con flores y amargura.
Donde estarán el día de la reconstrucción,
el momento de enterrar a los muertos sin nombre,
el día de poner prótesis de plástico hasta en los
besos.
Donde están los poetas cargados de alabanzas a la
patria,
los que tallaban la muerte en combate y adornaban el
sueño.
Han perdido las manos de tanto redactar
partes de guerra y
ahora recogen lagrimas en un tintero y clausuran la
garganta.
Las naciones grandes
se han forjado con locuras colectivas,
las pequeñas con desvaríos y venganzas que se eternizan,
siempre con el deseo enfebrecido de no haber superado
las leyendas mas crueles de las tribus de los
vencidos.
Los rostros sin nombre se han despojado del alma,
son vasijas para guardar vísceras no reciclables.
Las calles están vacías, las avenidas anónimas,
los héroes; nadie recuerda su mérito en vida.
Qué cónclave bendice las dudas
del corazón.
Los matices del aire nos mantienen sordos, ciegos, confundidos.
Ahora no lloviznan más esperanzas que las que caven en tinajas diminutas.
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