Ver y Pensar. Escultura: ensayo para vivir. 439 págs. Primer libro de la trilogía. La escultura como compromiso y aventura del pensamiento.
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Preámbulo del libro
Hace años que inicié el camino de los buscadores y encontré cerrada la puerta de la certidumbre y la armonía. Lo hice en solitario y sin propósito previo: fue un oximorón, la senda escogida-desconocida, brillante y oscura. El trayecto recorrido ha sido dual y vital en mi vida; confieso que dejarme ir en la necesidad de caminar ha dibujado la obra. Han pasado tantas cosas en el trayecto que ahora me cuesta recordar lo que he vivido; aquellos destellos iniciales se han hecho ensayo de polvo. En el rostro germinal de mi vida, veo un dibujo borroso, imperfecto, pero es el que tengo y me dispongo a revelarlo, dibujarlo lentamente, con los recursos que me han sido entregados.
1 Debido a que he de tratar estos temas como escultor, que he de pasar mis experiencias, sensaciones y emociones a un lenguaje abierto, el de la materia, ahora me encuentro muy limitado ante un papel blanco. La palabra escrita resulta para mí un ejercicio difícil que conlleva un doble riesgo; primero, por la falta de objetividad, es decir, por falta de distancia con la obra; segundo, por las dificultades que conlleva hacer un análisis cuidadoso de las diferentes maneras de Ver y Pensar el mundo. No olvido que muchas de las reflexiones hechas desde la práctica escultórica, recibirán influencias del discurso hablado y pueden quedar afectadas por lo que diga e infectadas seriamente por lo que oculte. Algunas expresiones pueden ser imprudentes, atrevidas, contradictorias y poco certeras: esa es la duda. Por otra parte, toda mi vida ha sido una lucha contra la ruina de la memoria: soy una caja hueca con rumores de fondo. Mi mente se bosqueja entre paños de niebla, por ello, no ha colaborado mucho en el rendimiento de las ideas ni en la habilidad de las exposiciones verbales. Al reunir aquí el material que se ha acumulado a lo largo de los años y elegir recuerdos fósiles, tengo la impresión de que estoy haciendo una historia apócrifa. Siento, casi con certeza, que la memoria de los hechos son creaciones nuevas, imágenes que despiertan y formulan aquello que se quiere evocar. Es decir: todo puede ser una producción fantaseada, una colección de dibujos coloreados con retales invocados. Lo que sea será, espero que resulte provechoso, quizá una ampliación de las obras y de las experiencias que se irán conmigo. También aquí la incertidumbre me nubla el camino.
Cuando te propones exponer lo que has hecho, cómo has transitado el corredor de las ideas, tienes la sensación de que estás modelando tu vida igual que una figura de barro. Sensación de vértigo, ya que quedas superpuesto a la arquitectura de las águilas, nido en el abismo que sólo aguanta si las obras realizadas lo sostienen y te recuerdan, una y otra vez, como fueron las cosas. Si no es así, todo el discurso se derrumba y cae con mayor estrépito si el relato carece de armonía. Suena mal, invención interesada, máscara que se desmorona si no delimitas los conceptos y sólo hablan las causas. Así son las cosas, sólo me queda la salvación de la memoria, ir al almacén de los materiales dispersos, rotos, llenos de polvo, e intentar ordenarlos con las obras y las palabras de fondo. No puedo evitar citar aquí a Foucault.
“Pero esto no impide que haya existido este autor real, ese hombre que hace irrupción en medio de todas las palabras usadas, proyectando en ellas su genio o su desorden.”
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