Memorias de la Chon. Valle de los Cerezos. 514 págs, Disponible: Telf 646732866
Preámbulo
Oscuridad y silencio en una noche cualquiera; estoy en la cama, rodeada de misterio. No puedo dormir y me inundan los recuerdos; he cumplido 97 años. Últimamente, mis dientes se hacen tierra, me llenan la boca de sabores lejanos, sueños viejos donde las sombras se animan y me hablan cuando despierto. —¡Rufino, Rufino, niñooo!
—Qué quiere mamá, ¡son las cinco de la mañana!
—No puedo dormir…
—¿Qué puedo hacer?
—¡Niñooo…!
—Mamá, ¡ya tengo 73 años!
—Siéntate, aquí, junto a mi cama, y escúchame atentamente: mi cuerpo se desmenuza como la tierra y las sábanas se han hecho piel. ¡Son mi mortaja! Además, estoy aterrorizada, veo y hablo con los muertos, murmuran y piden la palabra, aparecen por los rincones y me explican lo que sucedió en el pueblo: cosas de la guerra. Este estado de transición me atenaza, es la agonía indolora y larga, estoy cansada de sentir como la mente se convierte en niebla. Los años son un suspiro y antes de ver la luz, ya estamos como ellos: difuntos. Mi abuela Ana tenía más de setenta años cuando se fue, debió nacer el 1860, me hablaba de las guerras carlistas, de la pérdida de Cuba y de un mantón de Manila que le dio su madre y ella hizo lo mismo con la mía. ¿Sabes? Utilizamos el pasado por necesidad: sí, lo mantengo en la mente con vigor, si muevo su luz cada día se conserva lozano y compruebo que la violencia ha fracasado. Los que odian pierden. ¿Lo quieres creer?
—Sí, me lo creo. ¡Ya estoy aquí! Cuénteme como era el mantón y quién lo trajo de Filipinas… ¿Era de la abuela Ana?
¡Espera! Espera, no seas impaciente, escucha con atención mientras me miras: espera y reconocerás a tu padre en la voz. En mi mente está grabada la geografía de la suya y la tuya, ahí, solapados, estáis todos.
Me despierto a esta hora cada día; más o menos las cinco de la mañana. Fue cuando llegaron los coches por segunda vez; la primera fue a media noche y mataron a los perros a tiros; la segunda, quisieron inspeccionar de nuevo. Nos volvieron a levantar de la cama para romper los nervios y el sueño. Desconozco la causa que me ahoga; el corazón se acelera y no puedo dormir más. De todas maneras, ya lo hice bastante y no olvido los años de mi niñez, ya sólo me quedan aquellos recuerdos y los ordeno con frases cortas, no sé hacerlo con oraciones largas: ayúdame en esto, ya falta poco. Quiero dejar mis recuerdos sobre papel y no consigo darles forma: aunque son míos, debo interpretarlos y me falta distancia, debo quitarles las deformaciones de la pasión y eso es difícil.
No hay comentarios:
Publicar un comentario