Realidad Estética. segundo libro de la trilogía sobre escultura y pensamiento.
Rufino Mesa; la poética del cuidado
En el contexto histórico, social y cultural actual el “arte de cuidar” es esencial y el artista Rufino Mesa se adentra en la poética del cuidado, ahondando en la potencialidad de los procesos artísticos para transformar la realidad. De la observación de la naturaleza nutre sus proyectos, sus propias vivencias, fundiendo la experiencia vital con la artística, al entender la creación como un compromiso, como un instrumento para pensar e impulsar otros modos de hacer, de Ver y Pensar.
En la presente publicación recoge lo vivido como buscador y comparte sus pesquisas existenciales, filosóficas y artísticas. Propone un singular recorrido a través de unos capítulos con los que nos enseña múltiples umbrales y caminos. La prosa poética da forma a recuerdos y aprendizajes, forjados a lo largo de su dilatada trayectoria, y su discurso expansivo nos retorna las preguntas que acompañan al artista.
Se define como “escultor-buscador” y recalca el impulso natural que marca su voluntad de cultivarse, de desvelar misterios y descubrir aquello que permanece oculto. Esta búsqueda está atravesada por la creación, el pensamiento, las mitologías, la magia y las emociones, siempre pivotando sobre el eje central de la naturaleza y sus metamorfosis.
El artista sostiene que la naturaleza es sinónimo de creación y se dedica a observar sus múltiples lenguajes, expresiones que toman cuerpo en el agua, el viento y los sucesos cambiantes y repetitivos. En esta dirección trabajó las reflexiones en las cuevas; en ellas hacía referencia al vientre de la tierra, al útero primigenio que nos da vida y nos cobija. Asimismo, cabe destacar que reivindica sus ancestros, su genealogía familiar vinculada con el trabajo en el campo y, también, remarca que la naturaleza tiene una connotación conceptual creativa y sagrada. El propio autor explica cómo, en sus primeros años de estudiante de Bellas Artes en la Universidad de Barcelona, le impresionó conocer la sabia intuición de los pueblos primitivos y las infinitas posibilidades de la “realidad mágica”.
La dimensión vivencial y simbólica es fundamental en el trabajo de Rufino Mesa y siguió ahondando en ella –en la década de los setenta– a través de diversas lecturas iniciáticas como Las enseñanzas de don Juan de Carlos Castaneda, Las puertas de la percepción de Aldous Huxley y las reflexiones de Jiddu Krishnamurti, Allan Watts, Jean-Paul Sartre, Martin Heidegger y Miguel de Unamuno, entre otros autores. El artista indica: “aunque no he creído en el chamanismo, en los rituales religiosos, ni en las logias secretas, mi conducta simbólica y mi proceder intuitivo me sitúan cercano a todos ellos” y revela que en sus pesquisas lo que ha aprendido, pensado y sentido no ha sido por un procedimiento racional (2021: 49). Dicha “conducta simbólica” se sustenta en la poesía, la estética de la realidad y la magia que desprende. Los misterios se convierten en la columna vertebral de sus primeras acciones, experiencias que se propuso escuchar en Cantan las piedras, el Garraf (1974). Persistiendo dicho propósito realizó otras obras en soporte vídeo y en lugares diferentes: Cantan las piedras (1997), La piel de piedra (1997), Las piedras cantan (1998), La casa de los amantes (2015), La cuidadora (2017) y otros de carácter chamánico como El hombre caracola (2020).
El poder metafórico de la materia aparece especialmente en Capilla turkana (2003), dónde llega a decir: “L’home deambula al seu voltant i ella mira per la finestra”. Sigue con esta idea en Las piedras del consuelo (2013), investigando como los elementos de la naturaleza y las acciones simbólicas nos pueden reconfortar y dar sosiego. Un anhelo que explora en El pozo del dolor (2011) en el que “unas palabras grabadas en planchas de plomo quedaron ocultas entre tinieblas, dormidas en el vientre de la tierra” (Ídem: 213) y, de este modo, depositó las aflicciones del mundo a 180 metros de profundidad. Dentro de estos parámetros, en su instalación El Anillo de piedra (1973-2001) sella su compromiso con La Comella, su casa, su taller, un singular bosque mediterráneo con intervenciones escultóricas. Rufino Mesa explica que cuando realizó dicha obra hizo rotar previamente a Mar Sánchez –sobre el eje de su cuerpo– para formar un círculo, tomando como eje su ombligo. Precisamente, cabe apuntar que El Anillo de piedra recuerda un crómlech contemporáneo, pero es una obra que manifiesta su alianza con la tierra:
“Es pues un objeto útil, ya que nos recuerda la obligación de hacer una alianza definitiva, un compromiso estable con la vida. Una acción sencilla que el tiempo no pueda anular y por más años que pasen su significado será inmutable. La alianza anunciada implica un cambio de paradigma y queda encarnado en El anillo de piedra, que ahora es un símbolo socialmente invisible pero algún día puede desprender energía colectiva” (Ídem: 77).
En estrecha relación con esta dimensión comunitaria, hay que mencionar que ha desarrollado varias obras con grupos de estudiantes en las que facilita que otras personas depositen sus inquietudes espirituales. En su proyecto Susurros en un agujero, que se inició en 2003, propuso a diversas personas que cavaran o buscaran un agujero para desprenderse del desconsuelo. Llegados
a este punto, debo agradecer la oportunidad de subir con él al Montfred, un montículo del valle del Bajo Cinca. El lugar está cerca de Fraga, era una tarde soleada y con viento norte. Piqueta en mano, subí para cavar un hoyo en el suelo de la cima y depositar mi pesar. En una dirección parecida, en Aullidos y aliento (2011), propuso a estudiantes del Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Barcelona que depositaran su incertidumbre en doce tubos de cobre que después terminaron guardados en cajas de bronce. Mesa explica que el aliento nos remite al impulso vital, a la vez que los aullidos, como un animal herido internamente, responden a la necesidad de expresar el dolor, el miedo y el deseo de rebelarse contra un sistema que oprime. También utiliza la queja, la plegaria, la petición y el debate para valorar la condición de estar vivo. Nos anima a verbalizar lo desconocido, lo que parece ser indecible y así ahuyentar el temor al fracaso y a la muerte. El artista llama a la insurrección, nos invita a la rebelión espiritual1
1 Manonelles Moner, Laia (2013): “Rumiar el malestar en las prácticas artísticas contemporáneas”. En Alba, Tania/ Ciurans, Enric/ Polo, Magda (eds.) (2013): L’accionsime, en els límits de l’art contemporani. Barcelona: Publicacions de la Universitat de Barcelona, pp. 155-168. , a dejar de ser sujetos pasivos ante la creación, la manipulación y la gestión del malestar. Asimismo, no podemos dejar de subrayar, como ya se ha visto en las propuestas previamente introducidas, que hay –en un primer momento– un trabajo personal, introspectivo, que luego revierte en la comunidad. En esta dirección realizó el proyecto Fénix o la Ciudad del Sol,2
2 Mesa Vázquez, Rufino (2010): (2009-2010), durante un año –cada día antes de que saliera el sol– subió a la misma piedra para ahuyentar a las tinieblas y dar la bienvenida al astro solar. Este proceso, que inició y concluyó el día de su aniversario, lo compartió en un blog en el que diariamente colgaba las imágenes de la acción y los textos de los pensamientos que le surgían. Fénix alude directamente al mito del renacer de las cenizas y recuerda la estrecha conexión entre la vida y la muerte. Fénix o la ciudad de sol nos hace pensar en el compromiso existencial con el entorno y con uno mismo, pues el artista mediante la creación toma aliento para el cuidado de sí y para acompañar a los demás. Rufino procesa con Fénix su duelo e intenta paliar el dolor de la pérdida. El artista revela:
“En ese instante delicado, subjetivo e imaginado, quise poner al frente del trabajo al Invovoz: un oficiante totalmente libre que tiene las palabras en el umbral del sueño. Entre otras motivaciones, el Invovoz encarna la figura de mi hijo Andreu, bastó una palabra de uno de sus versos para que así fuera, aunque el proceso ha sido velado, inconsciente y oscuro” (Ídem: 158).
En Fénix o la Ciudad del Sol, el artista realizaba, en el instante en que amanece, unas acciones poéticas enraizadas en los ciclos naturales, haciendo referencia a la vida, a la muerte y al renacimiento. Rufino Mesa, en “El profeta del dolor”, expone la metafórica conexión del inicio del nuevo día con su voluntad de superar el sentimiento del duelo y sanar la profunda melancolía por la pérdida y “seguir creativo en el camino. El Invovoz, el chamán, el anacoreta, tomaban mi rol como actitud personal, lo hacían para transcender el dolor y superar el mal de la tristeza” (Ídem: 162-163). Esta potencialidad de la creación, y de las palabras escritas y pronunciadas, es la misma que señala Alfonso Levy –buen conocedor de la obra de Rufino Mesa– quien revela cómo la fuerza de las palabras puede convertirse en un
medio para atravesar la noche y encarar el miedo y la muerte. Alfonso Levy explica, en un fragmento del texto extraído de las solapas de su libro de poesía Al calor de los errores (2013), cómo desde niño se aferró a las palabras:
“Me han salvado por lo menos una vez, ocuparon el lugar que el terror, que es mudo, poseía en mi corazón. Fue la primera vez que inventé una esperanza sin saberlo. Me vi diciendo unas palabras apuradas y comunes, que para mi asombro, que para mi bien, en el instante en que yo mismo las escuchaba, empecé a sentirme más leve de espíritu, liberado de una enorme piedra que me oprimía el pecho. Unas pocas palabras apartaron de mí la noche que me sepultaba. Creo que fue la fuerza de mi propio desamparo la que convocó al ángel del lenguaje, que yo no sabía que existía”.
La pulsión de vida que captura Alfonso Levy atraviesa los proyectos de Rufino Mesa, sean estos monumentales o efímeros. Rufino habla desde la primera persona del singular y sus propuestas emergen de la determinación de gestionar un malestar existencial a la vez que deviene un mediador que facilita herramientas a otras personas para que susurren, musiten, griten o aúllen su dolor, conectando un malestar individual con un pesar sistémico y colectivo. Los rituales que concibe el propio artista, y que brinda y comparte con otras personas, nos remiten a la capacidad transformadora de las acciones simbólicas. Con ellos explora cómo la creación puede devenir un instrumento para investigar los ciclos de la existencia y transformar el desasosiego en calma. Sus propuestas artísticas nacen del compromiso, de la alianza con la naturaleza, del valor de la materia y la poesía que desprende, siendo los objetivos finales poetizar la cotidianidad, cuidar la manera de mirar y proporcionar sentido a la existencia.
Realidad Estética contiene en su seno un generoso manantial desde el que originan diversos cauces. La presente publicación concluye con dos ejes que atraviesan toda su obra creativa “la materia y la poesía”, la tierra y lo etéreo, lo corpóreo y lo efímero, conectando tales vasos comunicantes para resignificar la vida. El artista parte de su biografía, de sus reflexiones, emociones y aullidos, revelando al final de su relato: “quiero precisar que el texto que redacto es mi bramido, una miscelánea de reflexiones y quejas que me han acompañado desde la niñez” (2021: 372). Justamente, la decisión de escribir en primera persona del singular, como ya hemos apuntado, queda apuntalada en la estrecha conexión con la experiencia colectiva. Rufino toca distintos saberes a través del mundo de los afectos y emociona, conmociona e interpela de manera directa a quien se aproxima a su prosa poética, a su poesía visual, a sus bramidos, sus pálpitos, sus murmullos y sus alientos.
Laia Manonelles Moner Barcelona, 5 de marzo de 2021