I Estancia
Dormido maquilo sin cesar, ingrávido,
sin cuerpo que me sustente.
Camino sin pies, sin manos,
sin rostro, sin tacto en la piel.
Merodeo con la mente entre
nieblas de pimienta.
Así puedo hacer grandes travesías sin cansarme.
A ritmo lento mantengo el pacto
con el tiempo, ¡profundo y sentido!
Presiento que si confío en
él nunca saldré mal parado.
Por un momento no miro la niebla de las naranjas.
Deposito mi atención en la suave curva de la colina.
Ahora más que nunca
sobrevivo en la herida de los recuerdos.
Sé que en el dolor nace la
vida y con ella brota el poder del verso.
Observo entre delirios que soy
un escultor sin manos, ciego,
y puedo modelar el polvo con la voluntad de un niño.
Agito el aire con un grito, despierto la
montaña y de ella nace la flor de la Comella.
Puedo hacer de su tierra un
cuerpo menudo y bello.
Como Pigmalión, una criatura
de perfume hechicero.
En la memoria conservo enérgica la forma del rostro que
añoro.
En los ojos vibra y
permanece, duerme desnuda y sin pezones en los pechos.
Decido adornarlos con
rubíes, aderezarlos en una guirnalda.
Así amaso el barro, lo uno a los hilos del pensamiento.
II Estancia
Despierto con deseos indecibles,
sintiendo como respira el légamo, sin mover los ojos.
Sin apuntar nada, en un
instante, hago su forma de un molde ya aprendido.
Acabada la obra descanso;
mientras hablo por el móvil, ya respiras.
Mientras el tambor percute con fuerza el ritmo del corazón,
ya eres.
Las vibraciones del aire te
han dado aliento como a la rosa de la
tierra.
Así has nacido, otra vez de
la fértil tentación, de la eterna necesidad de vivir.
Eres el fruto de un instinto
que arrastra la vida y en ella se consume.
Eres materia que toma aliento y enamora.
Con un leve movimiento se dilatan
los brazos; ¡tus alas se agitan!
La metamorfosis se cumple,
nace en tu boca una sonrisa que me conmueve.
Entre el cuerpo naciente
también se deja entrever una mueca maliciosa.
Resplandor de siglos, sonrisa que emana del cáliz de la boca.
No dices nada, no tienes
timbre en la voz, ¡no tienes lengua! [ii]
Yo te haré una suave y
sinuosa, ¡inocente como los campos de trigo!
Te percibo lejana, pero el
deseo que desprendes colma el paisaje.
Tintinea entre las señales del día, en los bordes del camino.
Reluces entre las hojas y el
cantar de los obreros.
Eres el impulso inocente de
los brotes tiernos.
El color limpio que
desprende una palabra nueva.
Una mazurca que taconea entre el rugir de los
motores.
Resuenas en una cascada de
voces, respiras en las puertas del templo.
La pasión lo llena todo,
hasta el fondo de la mina rebasa su esplendor.
Hasta las simas oscuras
llega tu luz cargada de deseo.
Nada se inhibe del impulso jadeante de la vida, de la
resonancia oculta.
Cascabel que
tintina entre tus manos; ¡son falanges de cobre!
En la cima anidan las aves,
allí también palpita.
De los árboles caídos nacen
seres diminutos.
Son querubines blancos, figuras
de barro vivo.
La brisa inicia en ellas una
cópula dulce,
larga...,
¡interminable...!
III Estancia
Con tu velo púdico me cubres, te unes a mí con tus alas de viento.
En mis manos brillan tus rubíes y con un suspiro mueves mis pensamientos.
Son aleteos de candela, olas
de aceite perfumado que se evaporan en mi boca.
Palabras nacientes que respiran; ¡las escribo sobre
el agua de tu vientre!
Muy excitado caigo de
espaldas sobre un pedernal fino.
Un golpe en la cabeza deja
paralizado de gozo mi cuerpo invisible.
Como una mariposa blanca te
posas sobre mi cintura.
De mi nardo siento como destilas tres gotas de miel clara.
Al instante, de ellas nace
un manojo de juncos, ¡susurran y cimbran!
Tú sigues enlazada, eres una
espiral de viento,
de tierra y agua; así giras en mi recuerdo.
¡Muévete libre como las
hojas!
Muévete suave como un hálito entre el limo.
Muévete que los ojos suspiran cálidos,
¡llenos de júbilo y esperanza!
IV Estancia
Mi cuerpo se ha devenido en roca y duerme.
Ahora es ha hecho visible y denso, ¡de arena seca!
Ahora es ha hecho visible y denso, ¡de arena seca!
Mis manos fluyen ante la luz
del crepúsculo.
Como una voz inocente se marchitan.
Mis dedos se duermen entre recuerdos cálidos.
Lentamente caen al pozo los resplandores.
Me inundan las llamas de la tristeza.
Me inundan las llamas de la tristeza.
¡Es el final de un tiempo feliz!
El Chacal en La Comella 1999
El Chacal en La Comella 1999
[i] Son las imágenes que describen un sueño que tuve. En ocasiones son
útiles, guías para la vida en vigilia. En la trascripción del sueño mezclo
aspectos de mi manera de actuar como escultor.
[ii] Escultura en forma de sarcófago. Es una lengua con una cripta debajo
de una señal de bronce. En ella se puede leer –inocente- en varias lenguas.
Hace referencia al uso político que se hace de un hecho tan sencillo y humano
como es comunicarse. La lengua para separar y no entenderse es la expresión de
la inteligencia fracasada y de la esquizofrenia colectiva.
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